Desde la escuela hasta la vida profesional, se nos enseña a evitar los errores, como si cada equivocación fuera una señal de fracaso. Este enfoque, basado en la teoría del aprendizaje sin errores promovida en los años 50 por el psicólogo B. F. Skinner, defendía técnicas de enseñanza que reducían al mínimo la posibilidad de equivocarse. La idea era «alimentar» el aprendizaje en pequeñas dosis, ofreciendo retroalimentación inmediata, y así evitar los fallos. Pero hoy sabemos que los errores, lejos de ser perjudiciales, pueden ser esenciales en el proceso de aprendizaje cuando se gestionan bien.
El estudio que desgrano esta semana:
Un grupo de investigadores en Francia realizó un experimento con estudiantes de sexto de primaria para analizar cómo impacta la percepción de los errores en el rendimiento y la memoria en situaciones de dificultad.
Para ello, se planteó un desafío complejo imposible de resolver, y luego se dividió a los estudiantes en dos grupos:
- Grupo 1: A estos estudiantes se les ofreció una charla breve sobre el valor de los errores en el aprendizaje. Se utilizó una analogía para ilustrar la idea: aprender, como montar en bicicleta, implica caídas y esfuerzo; los errores son una parte natural del camino al progreso.
- Grupo 2: No se les dio ninguna instrucción específica sobre los errores; solo se les preguntó cómo habían intentado resolver el problema.
Resultados clave
Los estudiantes del Grupo 1, que aprendieron a ver los errores como algo positivo, mostraron una serie de ventajas notables en el rendimiento posterior:
– Mejor uso de la memoria de trabajo: Los estudiantes que recibieron la charla sobre el valor de los errores pudieron concentrarse más en las tareas de la prueba posterior, maximizando su memoria de trabajo.
– Mayor resiliencia y menos ansiedad: Al aceptar que los errores eran parte del proceso, el Grupo 1 se mostró menos ansioso y más enfocado durante el examen. Este menor nivel de ansiedad permitió que su capacidad de memoria de trabajo no se saturara con pensamientos sobre el fracaso, permitiéndoles usar toda su energía mental en la resolución de problemas.
Estos resultados respaldan la idea de que entender los errores como una parte natural del aprendizaje no sólo reduce el estrés, sino que permite un mejor desempeño en tareas difíciles.
¿Por qué necesitas los errores para aprender?
Cuando cometemos errores, nuestro cerebro activa mecanismos de corrección que ayudan a consolidar el aprendizaje. El estudio mencionado, junto con investigaciones de Carol Dweck y Anders Ericsson, muestra que aquellos que entienden los errores como parte de su desarrollo tienden a abordar los desafíos con más confianza. Dweck, con su teoría de la «mentalidad de crecimiento», explica que quienes ven sus habilidades como algo que pueden mejorar, interpretan los errores como una señal de esfuerzo. Ericsson, por su parte, encontró que la práctica deliberada (10.000 horas), con errores y ajustes, es clave para alcanzar la excelencia en cualquier habilidad.
¿Cómo afecta el miedo a equivocarse?
Sin embargo, no todas las dificultades en el aprendizaje son útiles. Hemos visto que el miedo a cometer errores en un examen puede reducir la capacidad de memoria de trabajo y afectar directamente el rendimiento. ¿Por qué? Parte de la memoria se ocupa en analizar el desempeño («¿Estoy fallando?», «¿Voy bien?»), lo cual limita la energía mental para resolver las tareas. En este sentido, los estudiantes que aprenden a ver los errores como parte del proceso rinden mejor en situaciones de alta presión.
Por ejemplo, en una investigación realizada en clases de psicología, el profesor Leeming demostró que los estudiantes con exámenes diarios no sólo asistían más a sus clases, sino que retenían mejor la información. La práctica frecuente, con espacio para el error, fomenta la mejora continua y reduce el temor al fallo.
¿Cómo uso los errores para mejorar?
La próxima vez que te enfrentes a un reto académico o profesional, reflexiona sobre tus fallos y utilízalos para mejorar tu enfoque y avanzar. Este cambio de perspectiva hará que incluso las materias más difíciles se vuelvan menos intimidantes y más accesibles. Thomas Edison lo entendía perfectamente: «No he fallado. Simplemente he encontrado 10.000 maneras que no funcionan».
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