En la década de 1930, el psicólogo Karl Duncker presentó un desafío: imagina que eres un médico tratando a un paciente con un tumor maligno. No puedes operarlo, pero tienes un rayo capaz de destruirlo. El problema es que, si lo usas con suficiente intensidad para eliminar el tumor, también dañará el tejido sano. Y si reduces la intensidad del rayo, no será efectivo. ¿Qué harías?
Para ayudar, Duncker relató una historia: un general debía capturar una fortaleza rodeada de minas. Si enviaba todo su ejército por un solo camino, las minas explotarían. Entonces, dividió sus tropas en pequeños grupos que avanzaron por caminos distintos y convergieron simultáneamente en la fortaleza, logrando conquistarla.
En el experimento, sólo un 10% de las personas resolvía el problema del tumor sin ayuda. Pero al escuchar la historia del general, un 30% lograba encontrar la solución. Y si se les pedía explícitamente que usaran la historia como referencia, el éxito aumentaba al 80%. La solución era dirigir varios haces de rayos de baja intensidad hacia el tumor, de forma que convergieran y lo destruyeran sin dañar el tejido sano.
El aprendizaje a través de las analogías
Este experimento de esta semana nos enseña que las analogías pueden desbloquear nuestra capacidad para resolver problemas aparentemente insolubles. Sin embargo, no siempre las identificamos por nuestra cuenta. Necesitamos reconocer patrones profundos y no quedarnos atrapados en los detalles superficiales.
Pero no todas las analogías son igualmente útiles.
Las analogías en la toma de decisiones
Un grupo de investigadores de Stanford quiso explorar cómo las analogías pueden moldear nuestras decisiones. A los estudiantes se les presentó un caso ficticio: un pequeño país democrático estaba siendo amenazado por un vecino totalitario, y ellos debían decidir cómo debería responder Estados Unidos.
Los investigadores dividieron a los participantes en dos grupos y les presentaron contextos históricos diferentes:
- Analogía con la Segunda Guerra Mundial: Este grupo recibió detalles que evocaban referencias al conflicto global: refugiados en vagones de tren, un presidente de Nueva York (como Roosevelt) y encuentros con aliados históricos como Winston Churchill.
- Analogía con la Guerra de Vietnam: Este grupo, en cambio, recibió detalles relacionados con la guerra de Vietnam: refugiados en botes, un presidente de Texas (como Johnson) y referencias a los desafíos de intervenir en un territorio lejano.
¿El resultado? Los estudiantes expuestos a la analogía de la Segunda Guerra Mundial favorecieron una intervención militar directa, mientras que aquellos expuestos a la analogía de Vietnam optaron por soluciones diplomáticas y no militarizadas.
Conectando los puntos: estrategias para aplicar el pensamiento analógico
Estos experimentos demuestran el poder y el peligro de las analogías: pueden iluminar soluciones, pero también sesgar nuestras decisiones si nos quedamos con una única perspectiva. La clave está en encontrar múltiples analogías y contrastarlas para no quedarnos atrapados en un sólo marco de referencia.
Y… ¿cómo puedes aplicar el pensamiento analógico a un desafío profesional?
1. Busca patrones comunes. Piensa en problemas similares que hayas resuelto antes o que hayas visto en otros contextos, incluso si parecen poco relacionados.
2. Explora fuera de tu área. Aprende de disciplinas distintas a las tuyas. Muchas soluciones innovadoras vienen de conectar ideas de campos diferentes. Te pongo un ejemplo: los ingenieros japoneses enfrentaron un problema con el diseño de los trenes bala. Al entrar en túneles, el cambio de presión generaba un ruido ensordecedor. La solución vino de la naturaleza: el pico del martín pescador, que le permite entrar al agua sin causar perturbaciones, inspiró un rediseño aerodinámico del tren. Resultado: un tren más silencioso y eficiente.
3. Usa múltiples perspectivas. No te quedes con una sola analogía. Examina diferentes opciones y compáralas para ampliar tu visión del problema.
Estos puntos se resumen maravillosamente en esta escena de la segunda temporada de la serie “The Bear”: “Creo que en cierto punto se trata menos de la habilidad y más de estar abierto. A ti mismo, al mundo, a otras personas. Algunas de las cosas más increíbles que he comido no fueron porque el nivel de habilidad fuera excepcionalmente alto, o porque hubiera un montón de técnicas sofisticadas, sino porque estaban realmente inspiradas. Puedes pasar todo el tiempo del mundo en la cocina, pero si no pasas suficiente tiempo allá afuera…
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